En Cuernavaca, entre el bullicio de un mercado popular, un hombre con sombrero camina sin corbata y con la mirada franca. No lleva discursos prefabricados ni promesas huecas. José Luis Ruiz Muñoz, Magistrado en funciones y candidato al cargo por elección popular, no vende ilusiones: ofrece conocimiento, experiencia y algo más raro en estos tiempos: vocación.
“Yo no soy político… soy tu vecino, compro los pollos aquí al lado”, le dijo un día a un ciudadano incrédulo que lo miraba como si llevara una máscara. No era arrogancia, era una declaración de identidad. José Luis Ruiz Muñoz no necesita fingir lo que ya es: un juzgador de vocación que aprendió a dialogar con la ciudadanía a ras de calle.
En este proceso inédito donde los cargos del Poder Judicial de la Federación se someten, por primera vez, a la voluntad popular, José Luis decidió dar un paso al frente. “Lo hago por vocación”, confiesa con honestidad desarmante. “Tengo 15 años en el servicio público y siento que puedo aportar más”.
Nacido en Torreón, Coahuila, su destino no era evidente. Se formó en derecho fiscal, pero fue el derecho laboral —ese terreno crudo donde se enfrentan la necesidad y el poder— el que lo conquistó. “Es una materia profundamente humana”, repite con convicción. Y desde ese lugar, ha trabajado para equilibrar la balanza.
Su tesis, hoy incorporada a la memoria judicial del país, lo demuestra:
“TIEMPO EXTRAORDINARIO. LOS MINUTOS O FRACCIONES DE HORA LABORADOS ADICIONALMENTE A LA JORNADA DE TRABAJO SÓLO SON PAGABLES SI EN EL PERIODO DE UNA SEMANA FORMAN HORAS COMPLETAS”.
Una propuesta con visión práctica, que fue materia de jurisprudencia nacional. No es una anécdota menor, sino una muestra de su vocación por poner orden en la ambigüedad.
Desde sus inicios como oficial judicial en Torreón, pasando por Villahermosa —la “meca del derecho laboral”, según sus palabras—, hasta su actual encargo como Magistrado en funciones en la Ciudad de México, ha recorrido un camino de estudio, especialización y entrega. “Me he profesionalizado en el derecho laboral porque ahí se puede transformar la vida diaria de la gente”.
Pero su propuesta va más allá del tribunal. Quiere sembrar en la academia, formar nuevas generaciones de juristas, acercarse a las universidades. “Cuando me invitaron a una charla sobre líneas jurisprudenciales, los estudiantes quedaron fascinados. Yo, feliz. Pero fueron contadas las veces… siempre estuve vedado por ser secretario. Hoy quiero abrir esas puertas”.
Asegura que uno de los grandes problemas del sistema actual es la incertidumbre jurídica. Lo ilustra con una anécdota en Torreón: “En un tribunal se resolvía de una manera, en otro de forma contraria. Todo dependía de en qué piso del edificio cayera el juicio. Lo llamaban ‘la justicia del elevador’”.
Eso quiere cambiar. Su bandera es la predictibilidad, la uniformidad en la justicia. “Propongo líneas jurisprudenciales sólidas para que la ciudadanía sepa cómo se resolverán sus casos. Eso da certeza, da paz”.
Su visión sobre la reforma judicial es clara: abrir el sistema, hacerlo accesible, informar a la gente. “La gente sabe del Ejecutivo, del Legislativo, pero el Judicial sigue envuelto en neblina. Este proceso es la gran oportunidad para acercar el poder más cerrado al pueblo”.
En campaña, no promete milagros. Recorre Cuernavaca, Temixco, Jiutepec, Emiliano Zapata y conversa con abogados, amas de casa, comerciantes. Les explica cómo votar: “Boleta rosa, número 22”, les dice. Pero más importante aún, les explica por qué votar: “Porque si no se elige, no se entiende. Y si no se entiende, no se defiende”.
Confiesa que en este proceso ha descubierto una faceta que no conocía: “Hasta me lleno de energía platicando con la gente. Me dicen que estoy descubriendo mi parte política… pero no he perdido mi esencia”. Porque Ruiz Muñoz no quiere ser político: quiere seguir siendo juez. Pero un juez que escucha.
Mientras otros apelan al eslogan, él apela a la conciencia. Mientras otros buscan reflectores, él busca precedentes jurídicos. Y mientras otros agitan el discurso, él se planta firme en su historia: un hombre de leyes que cree que la justicia debe ser predecible, accesible y humana.
En un país donde el acceso a la justicia suele ser un laberinto oscuro y vertical, José Luis Ruiz Muñoz propone algo radicalmente sencillo: iluminar el camino. No con discursos, sino con jurisprudencia; no desde arriba, sino desde el mismo piso donde la gente vive, trabaja y sueña con ser escuchada.
Porque, al final, quizá no se trata de elegir a un juez perfecto. Se trata de elegir a alguien que entienda que impartir justicia es más que aplicar la ley: es hacerlo con conocimiento, convicción y, sobre todo, humanidad.