En un salón discreto, entre libros y expedientes, Ixel Mendoza Aragón sonríe antes de comenzar a hablar. Su mirada, marcada por años entre folios y argumentos jurídicos, adquiere un brillo distinto cuando menciona la «justicia social».

Ixel es magistrada electoral en Morelos, y hoy busca extender su huella al Tribunal Regional Electoral del Poder Judicial de la Federación, en una elección histórica donde por primera vez los ciudadanos podrán votar directamente a sus jueces y magistrados.

La mujer que hoy viste formalidad y compostura, creció entre aulas públicas, forjando una identidad desde la llamada «cultura del esfuerzo». Recuerda, en un tono nostálgico, cómo desde niña sintió una atracción inevitable por la defensa del bienestar social, inclinación que definió cada uno de sus pasos.

Desde muy joven trabajó en asuntos estudiantiles en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), su alma mater, donde descubrió su verdadera vocación: servir desde la justicia electoral.

Su historia personal y profesional se entrelazan en una narrativa común: la persistente búsqueda de justicia y equidad, especialmente para aquellos sectores tradicionalmente olvidados.

Ixel relata con orgullo su ascenso desde un modesto despacho jurídico como pasante hasta llegar al Instituto Estatal Electoral durante el turbulento proceso electoral de 2006. Allí encontró su pasión: resolver conflictos electorales, interpretarlos desde el rigor de la ley, pero sin perder nunca la perspectiva humana que siempre la ha caracterizado.

La Magistrada habla pausadamente, como quien entiende que cada palabra tiene peso. Su trayectoria es fruto de trabajo constante y exámenes rigurosos, como aquel ensayo evaluado por la UNAM que la llevó primero a ser consejera electoral y después magistrada. Al recordar aquel proceso, una leve sonrisa revela el esfuerzo detrás de lo conseguido.

Pero en el aire flota una pregunta inevitable: ¿Por qué aventurarse ahora en una candidatura que, aunque prometedora, implica mayor carga? La respuesta, sencilla y contundente, revela una vocación firme: “Porque me apasiona el derecho electoral. Me apasiona ser parte de un tribunal electoral que imparte justicia real en beneficio de la ciudadanía”.

A pesar de la seriedad del cargo, Ixel deja escapar cierta calidez, una cercanía que rompe con el estereotipo del juez impasible detrás del escritorio. Habla de la necesidad de acercar el tribunal a la ciudadanía, de no ser «juzgadores de la escritura» sino personas que caminen junto a la comunidad, que entiendan los problemas desde adentro, en contacto directo, especialmente en comunidades indígenas, sectores que menciona con evidente preocupación.

Al detallar sus propuestas, enfatiza con pasión dos elementos fundamentales: inclusión y rapidez. Quiere visibilizar a quienes han estado históricamente marginados en las decisiones democráticas, ofreciéndoles voz en un tribunal que no tarde eternidades en dictar sentencias. Para Ixel, justicia lenta no es justicia.

«Si quieren una explicación más personal, los invito a mis oficinas para que podamos desglosar el por qué se tomó la decisión en cada párrafo”, dice, en un gesto que revela tanto su compromiso pedagógico como la convicción en la transparencia como método.

Uno de sus casos recientes más significativos, relata, involucra a un grupo de mujeres que exigía que municipios nunca gobernados por mujeres fueran finalmente representados por ellas.

Aunque las limitaciones temporales del proceso electoral frustraron una solución inmediata, la Magistrada Mendoza no se limitó al veredicto simple, sino que comprometió a instituciones clave como el Congreso local, al Instituto Electoral y a los partidos políticos a impulsar reformas estructurales. Un ejemplo claro de cómo la justicia electoral, para ella, no termina en la sentencia, sino que continúa hasta generar cambios profundos en la sociedad.

En una elección pionera como la actual, Ixel resalta la importancia del perfil profesional en contraste con la improvisación. Su discurso no es un llamado a la experiencia por mera formalidad, sino una advertencia sutil sobre los riesgos de elegir sin conciencia. “La justicia no es de personas improvisadas”, afirma categórica.

Ixel Mendoza Aragón es una magistrada electoral que rompe moldes: cercana pero firme, idealista pero pragmática. Su candidatura se perfila no solo como una oportunidad personal, sino como una prueba del nuevo modelo judicial mexicano, donde ciudadanos comunes pueden elegir directamente quiénes serán sus guardianes constitucionales.

Al cierre, un breve silencio precede su última reflexión. Con mirada firme, casi desafiante, invita a la ciudadanía a involucrarse activamente, a conocer, evaluar y votar conscientemente: “Esta reforma es una gran oportunidad para que la ciudadanía advierta quiénes están participando, cuál es esa experiencia, cuál es esa trayectoria, y lo más importante, que salgan a votar por la persona que mejor les convenga”.

Ixel Mendoza busca algo más que un cargo público; busca dejar un legado de justicia tangible y cercana. En tiempos donde la credibilidad judicial es un bien escaso, personajes como ella devuelven algo de esperanza al sistema. Cuando la puerta se cierra tras ella, queda la impresión de que la justicia podría, quizá, tener un rostro más humano después de todo.