Cuando Nanccy Aguilar Tovar habla de justicia, su voz adquiere un matiz distinto. No es sólo el tono firme de quien se ha curtido en el estrado, sino la suavidad vibrante de alguien que ama lo que hace.
Sus palabras no son sólo respuestas, son confesiones que se deslizan suavemente como si revelara secretos bien guardados de su corazón. Es imposible no advertir la emoción cuando dice: «Si hoy tuviera que partir, mi misión de vida está cumplida. Mi sueño fue ser juez.»
La jueza Aguilar lleva casi dos décadas dentro del sistema judicial del Estado de Morelos, trece años ejerciendo como juez en el sistema oral penal. Pero ahora aspira a otro peldaño: Magistrada federal. Y en medio de la inédita apertura democrática del Poder Judicial en México, ella emerge como candidata con un perfil que incomoda tanto como cautiva.
La reforma judicial, que por primera vez pone en manos ciudadanas la elección directa de magistrados y jueces, no podría haber llegado en mejor momento para Nanccy Aguilar, quien se describe a sí misma como una «juez incómoda» para el sistema, una juez sin concesiones, exigente hasta el extremo y obstinadamente honesta.
No exagera al calificarse así. Su historia está repleta de episodios donde enfrentó al poder establecido desde su escritorio judicial. «Conmigo saben que no hay dinero ni influencias que puedan modificar una resolución«, afirma con una convicción que no parece forzada ni teatral.
La integridad le ha costado caro: amenazas, presiones, y más de una vez la soledad amarga de ser la única voz disonante en un sistema acostumbrado a la obediencia y la comodidad.
Nanccy no tenía redes sociales, evitaba noticias y rechazaba toda interacción que pudiera «contaminar» su juicio. Vivía aislada, en un celoso retiro de ermitaña judicial, fiel al mandato ético que prohíbe contaminarse con el ruido externo de los casos que maneja.
Esta misma actitud, paradójicamente, es la que ahora debe romper para acercarse a la ciudadanía en busca de votos. Es el precio de la democracia.
Hay momentos donde la jueza Aguilar revela su esencia más profunda. «Yo pagaría por ponerme la toga«, confiesa. No es una frase hecha; es el reflejo de una devoción genuina, casi religiosa, hacia la justicia.
Cada mañana, antes de iniciar sus audiencias, repite una plegaria personal pidiendo lucidez para decidir. Su vida ha transcurrido entre la tensión del tribunal y la serenidad de quien cree en la fuerza ética del derecho.
Su rigor en audiencia se ha hecho famoso en las redes sociales, gracias a videos virales donde aparece reprendiendo severamente errores de fiscales y defensores. Pero detrás de esos episodios públicos está una mujer que defiende apasionadamente los derechos fundamentales de la persona imputada y la dignidad de las personas víctimas.
En su entrevista, recuerda con precisión un caso particularmente dramático: un viernes por la tarde, enfrentó la difícil decisión de liberar a varios policías acusados de secuestro debido a fallos procesales.
La memoria de la madre de la víctima sentada frente a ella aún la acompaña. «¿Cómo le explicaba yo a esa madre que tenía que liberarlos?«, recuerda con un gesto grave que muestra la carga emocional del oficio judicial.
Nanccy Aguilar Tovar no sólo se postula como una magistrada experta en técnica jurídica. Asegura encarnar la experiencia de quien ha vivido el sistema penal desde adentro, con cerca de siete mil audiencias presididas en primera persona.
Ella insiste en la diferencia crucial entre quien escribe un proyecto judicial y quien realmente debe sostenerlo ante la sociedad y el espejo de su propia conciencia.
Pero no todo ha sido sufrimiento y lucha. La jueza también conoce la recompensa silenciosa del reconocimiento genuino, como el de aquella madre desesperada que terminó estudiando derecho inspirada por la atención humana que recibió en su sala de audiencias. O la lealtad incondicional de exalumnos y abogados que, después de años, regresan a expresarle su apoyo.
«Hoy tengo la respuesta de por qué me ha tocado este camino«, reflexiona Nanccy, evocando momentos difíciles, cuando el sistema quiso apartarla o doblegarla. «Dios me ha moldeado para algo más grande«, concluye, convencida de que la justicia necesita algo más que técnica y conocimiento: necesita humanidad y valor.
El próximo domingo electoral, los votantes recibirán una boleta rosa, donde el nombre de Nanccy Aguilar Tovar aparecerá como «01» en la columna de mujeres. Un número casi simbólico, dice, una señal adicional de que está destinada a marcar diferencia.
Pero más allá del resultado, su candidatura ya ha dejado huella. Nanccy Aguilar es la prueba viviente de que en la justicia mexicana aún hay espacio para jueces con corazón, coraje y compromiso auténtico.
Al despedirse, Aguilar agradece especialmente al periodista Carlos Quintero por haber dado voz a las injusticias penitenciarias que pocos denuncian. No es un simple gesto de cortesía: es el reconocimiento de alguien que entiende lo que significa enfrentarse al poder para defender lo que es justo.
Quizá por eso, cuando la entrevista termina, queda en el aire una reflexión implícita: el sistema judicial mexicano no sólo requiere cambios profundos, necesita más personas como Nanccy Aguilar Tovar—que miran de frente, que incomodan, pero sobre todo, que humanizan la justicia.
* Te invitamos a conocer la visión y la historia detrás de Nanccy Aguilar Tovar, candidata a Magistrada Federal en materia penal y administrativa. Descubre por qué se ha ganado el reconocimiento como una juez valiente, exigente e incorruptible. Una conversación indispensable para entender qué está en juego en estas históricas elecciones judiciales.
👉 ¡Ve la entrevista completa en nuestro Facebook, El Guardián Mx: mañana, lunes 7 de abril!
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